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El pintor del infierno

La obra pictórica de Gustave Doré ha configurado la visión que tenemos del infierno a través del retrato dantesco en la Divina Comedia


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Cuando pensamos en el Infierno, ¿Qué imagen proyectamos de él, cómo lo imaginamos? Muy probablemente nos vendrá una muy parecida a los muchos dibujos en los que lo plasmó Gustave Doré. Este artista fue un genio de la ilustración en el siglo XIX y no sólo creó algunas de las láminas más famosas de su época, sino que también definió para siempre cómo concebimos el inframundo. A través de estas ilustraciones, que retratan los distintos parajes descritos en la Divina Comedia, dio vida a la aterradora imagen de los senderos que Virgilio y Dante recorrieron. Su obra es capaz de sumergir al despreocupado espectador en un oscuro mundo donde se ha fundado la idea del sufrimiento eterno. Pero, ¿Cómo consiguió un artista transformar nuestra visión del infierno a través de sus pinturas? Y lo que es más importante, ¿Cuál fue la inspiración de Doré para poder crear imágenes tan sórdidas e inquietantes? 


"A mitad del camino de la vida, en una selva oscura me encontraba porque mi ruta había extraviado."

Dante, Canto I, vv. 1-3.


Antes que nada, hay que comprender un poco de la biografía de este autor antes de acceder a las cuestiones de la forma y tema de su obra. Nació en Estrasburgo, a orillas del Rin en la zona noreste de Francia, en 1832. Desde muy pequeño ya dio señales de poseer un talento fuera de lo común, siendo increíblemente docto para los dibujos detallados a la edad de cinco años. Un talento innato en el pequeño Doré que impulsó a su familia para aconsejarle que cursara una carrera artística. A la edad temprana de quince años, una editorial parisina lo contrató para que trabajase como ilustrador, metiéndose así en la industria y poniendo un pie en la elitista escena artística francesa, ganándose en el camino cierto renombre. Así, su carrera despegó a pasos agigantados y pudo desarrollar sus esfuerzos en diversos proyectos; desde ilustraciones de corte sardónico dirigidas hacia la clase política a realizar encargos para ilustrar los grandes clásicos de la literatura.


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Obras como El Quijote cervantino, El paraíso perdido de John Milton y la Biblia pasaron de ser "simplemente "grandes textos a obras de arte gracias a sus ilustraciones. Sin embargo, fue su trabajo en la Divina Comedia de Dante Alighieri lo que le catapultó a la categoría de personalidad históricamente importante en el arte y la literatura. Cuando comenzó a ilustrar la obra en 1861, ya era un artista consagrado, pero fue en este proyecto donde dio rienda suelta a su imaginación con sus tintes de ilustrador oscuro y precursor de lo siniestro desconocido. A través de 136 grabados, Doré nos transporta a los círculos del Infierno de Dante, creando imágenes que plasman el sufrimiento, la desesperación y el horror con una precisión tan vívida que, a día de hoy, siguen siendo las representaciones más reconocidas de este reino infernal. A lo largo de su carrera, el artista francés produjo más de 10.000 grabados, cifra asombradora que refleja su ilimitada energía creativa y, aunque trabajó sobre temas muy variados, desde escenas bíblicas hasta epopeyas históricas, su capacidad para captar lo sublime y lo terrorífico lo convirtió en un maestro indiscutible de la ilustración. Doré no se limitó a ilustrar textos. Sus imágenes definieron la forma en que generaciones enteras imaginarían los mundos que retrataba y tenemos otras referencias anteriores a esta transformación del infierno que Doré llevaría a cabo; otros artistas ya habían intentado plasmar la aterradora visión de los infiernos descrita por Dante en la Divina Comedia.


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Uno de los más notables fue Sandro Botticelli, cuya obra durante el Renacimiento dejó una huella significativa en la representación de las tinieblas. Botticelli, conocido principalmente por sus obras mitológicas y religiosas, también abordó la ilustración de la obra magna de Dante. Durante el siglo XV, Botticelli creó una serie de dibujos para el poema del florentino, los cuales incluían representaciones detalladas de los nueve círculos del Infierno. Su enfoque estaba influido por el contexto renacentista, en el que se hacía hincapié en la claridad y sobre todo por las cualidades del equilibrio, la proporción y medida. Aunque sus ilustraciones eran detalladas y fieles a la narración de Dante, mantenían un estilo que reflejaba la estética de su tiempo, con una perspectiva más reposada y tensa, y una atmósfera menos opresiva en comparación con lo que vendría después.


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Para representar, por ejemplo, el canto XIX Gustave Doré rechaza el atractivo de retratar el sufrimiento en un estado puro y cruel, sino que decidió mantenerse en la alegoría de unas imágenes que ya transmiten suficiente horror. No resulta complicado comprender la razón sabiendo de la intensidad de algunas ilustraciones, en el ejemplo de este canto; ese movimiento en las piernas que muestran las contorsiones que produce el dolor en los enterrados.


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Doré retrata una escena en el Canto XXXII donde las almas están sumergidas en el hielo, condenadas a la inmovilidad y al sufrimiento; aquí, el paisaje helado y desolado contrasta con la imagen tradicional del Infierno como lugar de fuego, mostrando la habilidad del ilustrador novecentista para captar la frialdad y el aislamiento del pecado supremo: la traición. El punto culminante de este descenso es la llegada al Canto XXXIV, donde aparece Lucifer, el traidor definitivo, atrapado en hielo hasta la cintura. La representación de Lucifer por Doré es monumental, una figura titánica con tres caras, cada una de las cuales devora eternamente a los traidores por excelencia: Judas, Bruto y Casio. Esta ilustración, con su sentido de la escala y su horror palpable, ha definido nuestra percepción moderna del diablo y del castigo final.


Estas ilustraciones, publicadas en 1861, capturan la atmósfera sombría y las escenas sobrecogedoras del texto de Dante, y su estilo ha resonado a lo largo de los siglos debido a su detalle y capacidad de evocar emociones intensas.



Ahora bien, ¿esto era ya una concepción profundamente inherente al propio concepto de infierno o dónde se asienta realmente esta idiosincrasia? La respuesta más inmediata es que puede haberse configurado en el imaginario directamente desde los textos antiguos como la Biblia o, en este caso, la propia Divina Comedia de Dante. Las obras ofrecen descripciones detalladas de los castigos eternos y del sombrío paisaje que aguarda a las almas condenadas, pero hay una gran diferencia entre leer esas descripciones y ser capaz de visualizar algo tan complejo como el Infierno en su totalidad. Imaginarlo con la misma precisión y la percepción que tenemos como una imagen universal es casi imposible. Así, podemos entender cómo Doré no solo se limitó a representar sus imágenes interpretando libremente los versos de Dante para retratar meticulosamente cada detalle de los círculos del infierno, sino que sus gravados constituyen iconos tan explícitos y convincentes que se han posicionado como idea dominante de lo que es el Infierno durante siglos. Porque, aunque poco más hace falta y no necesitaríamos más que los propios versos del poeta florentino para imaginárnoslo, consiguió incluso sublimar esta idea terrorífica a la vez que cautivadora.


"(...) subimos, él primero y yo después, hasta que nos dejó mirar el cielo un agujero, por el cual salimos a contemplar de nuevo las estrellas."

Dante, Canto XXXIV, vv. 136-139.


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