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La escritura del acontecimiento como respuesta al miedo y al silencio

Actualizado: 12 dic 2024

Annie Ernaux
Annie Ernaux

Seca la sangre, me lava. Le miro hacer. Insensiblemente vuelve, se vuelve otra vez deseable. Me pregunto cómo he tenido el valor de ir al encuentro de lo prohibido por mi madre. Con esa calma, esa determinación. Cómo he llegado a ir «hasta el final de la idea».

-El amante, M. DURAS



Annie Ernaux ejerce una práctica de estética y transmisión de ideas a través de la crudeza de los elementos reales y realistas en El acontecimiento que invita a la reflexión. También a la investigación porque, aunque la novela fue publicada en 1999, narra los sucesos que a la propia autora le sucedieron en la década de los sesenta, cuando quiere abortar y se encuentra con una sociedad que obedeciendo ciegamente la ley repudia y deshumaniza a las mujeres. Pasar por un aborto es lo último del relato en realidad, es una larga espera hasta la consumación de una operación fugaz. Lo tenso y revelador es la espera; las miradas que sufre en las visitas al médico, la incertidumbre al recoger fármacos de la apoteca, el silencio y la desaprobación de ciertos compañeros, el ocultamiento a la familia, el posible señalamiento social y el miedo.


La novela es un ejercicio de autoetnografía que trata de abordar el reflejo de una época en lo político, abarcando el pensamiento sesgado dividido por la condición de clase, en lo que al género se refiere y en cuanto a la dualidad de una sociedad mitad casta, mitad liberal, aunque ambos por igual obedeciendo a unas leyes inamovibles. Ernaux escribe en primera persona utilizando mayoritariamente el pretérito imperfecto, aunque al ser una especie de revisión de unos hechos pasados reconstruidos a través de diario, agenda y recuerdos, cuenta con una voz en presente con la que la propia autora aclara o comenta sus memorias de lo sucedido cuando tenía veinte años.


Dicho esto, llama en especial la atención dos temas que en sí mismos, cuando se trata de ocultar o preservar la integridad de cada cual —el sufridor de un conflicto o los posibles involuntarios del mismo—, conforman una relación estrecha, como son el miedo y el silencio. Estos dan paso al actuar de forma solitaria. A la hora de entender esta novela, sin abstraerse totalmente de lo que uno ha leído, vienen a la mente otros trabajos autobiográficos o, en este caso, pseudoautobiográficos como es el de El amante de Marguerite Duras. Viene al caso por la forma de tratar, en primer lugar, un conflicto interno en una edad temprana, como puede ser el desplazamiento social, en un caso generado por la pobreza de una mujer —una niña— de quince años, y en el segundo caso, de una estudiante de veintitrés años que hubiera estado condenada a la vida doméstica y avocada a una vuelta a la pobreza que estaba inscrita en el sino de su familia. También por la forma de retratar la sociedad y “lo colectivo” que envuelve ambas historias.


Aquí es donde por primera vez aparece el silencio. No el miedo ya que este aparece antes. El silencio llega en el momento en el que más solo te encuentras, en el que cualquier ayuda significa un mundo, pero, en cambio, reina el silencio en los demás. En El acontecimiento es claro, su protagonista necesita comunicar lo que está sintiendo de la forma que sea, es cierto que tiene gente a su alrededor pero el miedo también impera en ellos. Cuando más cerca está la fecha planeada para realizar el aborto, ella no puede evitar transmitir su turbación y se escuda con sus compañeras de la universidad en que le tienen que extirpar un lunar de la espalda. De esta manera se comunica. Porque el mundo está confiado a la sumisión de las leyes, de los mandamientos y del señalamiento público, no hay pie a la reflexión sino a la aceptación y réplica de ideas y el disidente, cuando debía tratar un conflicto personal como bien podía ser un aborto, o como bien podría tratarse hoy en día de el derecho a la eutanasia —del cual algunos médicos siguen queriendo desentenderse de la misma manera que ocurre en la novela—, está solo, lo cual produce terror, y rodeado de un espantoso mutismo.


Este silencio solo es compartido gracias a la posterior redacción de este tipo de relatos. Es significativo que, en realidad, hasta a día de hoy se sepa tan poco del dolor por el que tantas mujeres han tenido que pasar, de manera clandestina lo cual ponía en gran peligro su vida, y lo suficientemente grave de la cuestión como para que, primero, el método para paliarlo sea el olvido y desplazamiento por parte de la sociedad y, segundo, que en realidad sea una cuestión de estatus y el mérito del aborto resida en tu clase social, como retrata el comentario de una enfermera tras rasparle el útero en el hospital:


«¿Por qué no le dijo al doctor la noche anterior que era como él?». Después de unos segundos comprendí que se refería a que por qué no le había dicho que pertenecía a su mundo. Me contó que se había enterado de que era una estudiante después de hacerme el raspado. (...) Debí de pensar que tenía razón y que yo era la culpable de que el doctor se hubiera comportado de una forma tan violenta conmigo: al fin y al cabo, él no sabía con quién estaba tratando. Al irse hizo una alusión a mi aborto y concluyó con convicción: «¡Así estará mucho más tranquila!».”


Se podría decir, no en todas partes ni de manera general, que el aborto es un derecho con el que la mujer cuenta a día de hoy pero no a cualquier nivel social. Sigue siendo un privilegio económico poder acceder a él y, en ese sentido, nada ha cambiado desde que en los años sesenta Annie Ernaux pudiera acceder a ello de forma clandestina. De hecho, en múltiples países donde continúa estando prohibido abortar la mujer sigue estando sujeta al peligro que supone esta práctica a través de vías individuales u ocultas. Es un hecho palpable que en un país como México, donde el aborto solo está permitido en los casos en los que peligre la vida de la madre, en 2022 se cifren más de seis mil mujeres muertas por abortos inseguros. Por esta razón, entre otras, es por la que el relato de la escritora se convierte en un “destape” del silencio y un abandono del miedo, porque, como ella misma afirma en su testimonio, no hay momento en la vida en el que más solo te puedas sentir. Por eso la novela es explícita y cruda, porque de la misma manera que la protagonista no espera de su “abortera” una compasión y recibe una atención aséptica pero contundente, que resuelve dudas y ofrece confianza, El acontecimiento es de igual forma una garantía de actuación, y una respuesta al silencio.


“Sentí un dolor atroz. La mujer decía: «Deje de gritar, pequeña» y «Tengo que hacer mi trabajo», o quizá fueron otras palabras distintas que solo significaban una cosa, la obligación de ir hasta el final. Son las mismas palabras que he vuelto a encontrar después en los relatos de mujeres que abortaron clandestinamente, como si en esos momentos solo pudieran pronunciarse palabras relacionadas con lo ineludible y, solo a veces, con la compasión.”

En este relato es donde cobra sentido el ejercicio de recordar el “acontecimiento”. En el acto de transmitir y sublimar el dolor que uno vive y recibe. Porque sin ese aborto y sin su reflexión, Annie Ernaux, como ella misma afirma al final de su novela, quizá no hubiese podido tener hijos nunca, como los tuvo después. Porque el acontecimiento es la vida de todos y la reacción ante la misma, la capacidad de pasar por el mundo sin ser espectador sino partícipe de la situación, del entorno, la sociedad. Entender que por minúsculo que pueda resultar un acto, tiene carácter político.


En realidad, para la protagonista, el acto de abortar es una causa individual, un interés que contribuye a su desarrollo personal puesto que quiere continuar en la universidad, aunque lo que subyace es un acto colectivo. La mujer que le ayuda a abortar no es simplemente eso sino una idea, el concepto de desobediencia civil para conseguir un bien común. Es interesante analizar lo que puede estar penado en una época y elogiado en otra. A pesar de ello, todavía ahora no está garantizado el aborto en la Sanidad Pública española, aún hay que acudir a una clínica privada y preguntar por el presupuesto. Aún existe un señalamiento social por cierta parte de la sociedad y aún existe cierto aire de clandestinidad a la hora que una mujer tiene que afrontar un aborto.


En conclusión, la novela de Annie Ernaux aprovecha la libertad artística que utiliza la escritura para abordar un tema de implicación social y política, pero sobre todo personal, para transmitir el dolor y la inseguridad de la mujer ante la situación del aborto en el panorama de su tiempo. Así, consigue transmitir al lector la crudeza, presión y vergüenza que representa en la sociedad una mujer que no quiere seguir adelante con su embarazo, en otras palabras, el distanciamiento entre la noción de mujer y madre, sacando a la luz lo que rezuma en la calle y el señalamiento como método de apaciguamiento y olvido.

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