“¿Cuándo sale la parte de la sangre?”: O lo que es lo mismo, ¿por qué nos gusta el cine gore?
- Irene Barrado García
- 30 nov 2024
- 3 Min. de lectura
Ahora que Terrifier 3 triunfa en cines, no podemos evitar preguntarnos de donde viene todo esto y lo más importante, ¿Qué sienten sus fans?

Sofía está sentada frente al televisor, ha llegado de trabajar y después de un día duro en la oficina decide colocarse su pijama, pedir una hamburguesa de ese restaurante de moda por la que pagará 14 euros, pero ojo, “es smash”. Enciende el televisor. Cuando la pantalla brilla, frente a su retina pasan multitud de plataformas. Piensa que ahí encontrará lo que busca. Hace scrolling hasta hallar la sección de películas de terror. Fantasmas, brujas, demonios, todos ellos se congregan ante los ojos de Sofía para ser elegidos a su disfrute. Finalmente, hay un preferido, una película que no tiene como protagonista a ningún ser paranormal, sino que se adentra en el sufrimiento humano como eje principal. Dos horas y media de violencia explícita, suciedad, sexo, cortes, sangre y miembros colgando, son suficientes para que Sofía disfrute atónita frente a pantalla, no sabe por qué le gusta pero le gusta.
Una sensación que experimentan los millones de amantes de este género de terror, originario, para la sorpresa de muchos, en Europa y no en Estados Unidos. El teatro francés del Grand Guignol fue uno de los primeros centros en representar escenas macabras para el disfrute de sus clientes. Ahora bien, ¿Cómo diferenciamos una película gore de otra de terror convencional? A muchos padres les encantará lo que viene a continuación. Lo más común es confundirlo con el género splatter, cuyo nombre procede de su traducción: “salpicadura”, no hay mucho más que añadir. El splatter, en resumidas cuentas, son todas estas películas que arrasan en taquilla por presentar más o menos una hora y media de una historia de terror sencilla con alto volumen en sangre. Su objetivo es poner a prueba al espectador sobre cuánta cantidad de violencia sangrienta puede aguantar. ¿La diferencia con el gore? el enfoque. Los fans de este tipo de películas sabrán que hay una distinción clara entre incómodo y explícito. El gore busca incomodar a tal nivel, que no seas capaz de mirar a la pantalla. Sexo, suciedad, ambientes sádicos, todos estos elementos se funden para hacer sentir que todo aquel que lo vea le entre verdadero pavor al estar en esa situación. Aquí no existe el “yo sobreviviría” típico de muchos, aquí, no puedes escapar. La clave está, además de toda la sangre, en uno de los elementos que más desprotegido hace sentirse al ser humano: estar desnudo. Muchas escenas mezclan el sadismo y la desnudez para generar aún más incomodidad, pues no hay mayor miedo que un sádico te secuestre, te torture, y encima, te desnude.

La pregunta que todos esperamos es, ¿Cómo puede gustar esto? En primer lugar, la sed de emociones fuertes desempeña un papel fundamental. Los espectadores, como nuestra querida Sofía del principio, buscan esa chispa de adrenalina que emana del miedo y la incomodidad, pero en un marco seguro. Apoyándose en la teoría de la excitación óptima, al sumergirse en una película de terror visceral, los cinéfilos como Sofía, viven emociones en un entorno controlado que les permite saborear el horror sin riesgo real. Esta sensación de dominio sobre la narrativa es una de las causas que convierten a este género en una experiencia tan cautivadora. Además, el cine gore se presenta como una puerta hacia lo prohibido y lo rebelde. Una se adentran en lo que comúnmente se considera tabú, abordando con audacia escenas de violencia extrema y muerte. Este contenido provoca lo que se conoce como morbo, una fascinación por lo oscuro y lo socialmente inaceptable.
Otro aspecto vital es la curiosidad humana innata hacia la muerte y la violencia. A lo largo de los siglos, la humanidad ha mostrado un interés constante por lo macabro y lo desconocido. Una fascinación parte de la esencia humana, lo que explica por qué el cine gore persiste como un subgénero cautivador, incluso para aquellos que no se consideran seguidores del horror tradicional.
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