Alzar la voz por la salud mental no es una tendencia millenial. Madame Bovary y La Señora Dalloway lo saben
- Irene Barrado García
- 20 oct 2024
- 6 Min. de lectura
Dos grandes personajes femeninos de la literatura sumidos en una enorme cárcel mental que, desde aquel entonces, nos hablaba sobre la importancia de escucharnos a nosotros mismos

A finales del siglo XIX y principios del XX, el modelo de esposa perfecta penetró en Europa con más fuerza que nunca, hasta crear un ideal que posteriormente todas las mujeres de la alta sociedad querrían alcanzar. Muchas autoras, cansadas de ser retratadas por hombres, tener que cumplir con estos estándares sociales y ver cómo sus problemas eran representados como minoritarios, abrieron las puertas hacia una escritura y sociedad feministas donde la mujer pasaba, por fin, a un primer plano.
Cuando Virginia Woolf publicó La señora Dalloway como su cuarta novela, la muerte y la melancolía ya habían visitado a la autora en varias ocasiones. Algunas biografías, como la escrita por su sobrino Quentin Bell, argumentan la construcción de algunos personajes del libro como un reflejo de la personalidad depresiva y bipolar de Woolf. De la misma manera por la que acabó plasmando algunas de sus vivencias personales en la obra. A pesar de ello no se considera una novela autobiográfica en su totalidad, sino más bien una crítica hacia el orden impuesto por la sociedad de posguerra (Bell,1972). En el caso de Flaubert, en los años de escritura de su querida Madame Bovary (obra que tardó 4 años en acabar) había finalizado una tormentosa relación de casi 10 años. Según las investigaciones realizadas por la bibliotecaria Gabrielle Leleu, la vida sentimental, bohemia y agitada de este autor le sirvieron como fuente de inspiración para la creación del personaje de Emma, teóricamente basado en algunas de sus amantes (Leleu, 1949). Aunque tampoco se puede afirmar que Madame Bovary esté basada en una historia real, a pesar de que algunos investigadores incluso recalquen una equivalencia entre el propio Flaubert y el personaje de Emma.

Entre las principales ideas que comparten ambas novelas, destacan el suicidio y el deterioro mental. Este tema es quizás más autobiográfico en el caso de La señora Dalloway y queda reflejado en el personaje de Septimus. El paralelismo se observa en los propios diarios personales de la autora, donde afirma que, tanto ella como su personaje, presenciaban cantos de aves en su cabeza a lo largo del día. Por lo que, a través de Septimus, Woolf pretende esclarecer ante el público las perturbaciones mentales que sufrían estos llamados trágicos genios del arte. En el caso de Madame Bovary, la finalización voluntaria de la vida se aborda de una manera más grotesca e irónica que en la obra de Woolf. Con Emma encontramos una evolución más paulatina de la enfermedad mental y una descripción detallada de su envenenamiento, debido a que la corriente realista a la que pertenece Flaubert se esforzó enormemente en el estudio empírico de las ciencias y la medicina para construir escenas con alto nivel de precisión. Además, al contrario que Septimus, Emma reniega de su condición depresiva y romantiza el suicidio como una forma de hacerse notar ante los demás, creyendo que con su muerte cumpliría su fantasía romántica y mandaría un mensaje al mundo.
“Después se volvió, súbitamente apaciguada, y casi con la serenidad de un deber cumplido”. Flaubert 1875
Un punto interesante es la crítica a la pretenciosidad de la sociedad aristócrata y su afán por la alineación que se realiza en los dos libros. En La señora Dalloway se plantea por tanto la necesidad de una vía de escape de un gobierno que había aprovechado el caos de la 1ª GM para crear una nueva sociedad alienada y moldeada al gusto de los poderosos. Septimus es representado como el reflejo de la violencia y la locura como única respuesta al agotamiento que produce este discurso social de las élites. Madame Bovary, de igual modo, presenta un carácter crítico contra este grupo social, pero criticando la banalidad de sus integrantes y la cárcel en la que acaba Emma debido a la monotonía de su matrimonio, llegando a sentir un gran desprecio por Charles.
“Todo lo de él la sacaba de quicio en aquel momento: su rostro, su traje, lo que no decía, toda su persona, su existencia en fin.”. Flaubert, 1875
Mediante el señor Bovary y otros personajes masculinos, Flaubert explica este afán de la burguesía rural por ascender socialmente, encerrando a la mujer en una celda, absenta de toda emancipación. En ambas novelas se plasma el apagón de los sueños y aspiraciones de dos mujeres que, a pesar de "tenerlo todo" en un sentido material, ven sus vidas y su personalidad vacías o simplemente llenas por la percepción ajena que genera la falsa vanidad del clasismo burgués. Bovary es una novela en la que prima el dramatismo de una manera mucho más pasional que en Dalloway, además de tener un fuerte componente irónico. Otra idea a destacar es el juicio contra la sociedad patriarcal acometido en los libros. En ambas novelas la actitud de la protagonista no queda simplemente martirizada, sino que adopta una posición de disconformidad y reivindicación. Por tanto Clarissa, al igual que Emma, no lamentan su existencia en un sentido superficial, sino que ansían abandonar esta invisibilidad frente al mundo. Sus deseos radican en no ser sólo “las esposas de", sino ser simplemente ellas mismas.

Hay un interés en el estudio del lugar de la mujer en la historia literaria, intentando así rescatar estas voces femeninas de las que se hablaba al principio del ensayo. En el caso de Dalloway mediante personajes escritos y retratados por mujeres, introduciendo en ocasiones el tema del lesbianismo y la bisexualidad. Casi un siglo después esta práctica se conoce como ginocrítica, en un intento por parte de estas primeras autoras de retratar a sus protagonistas como supervivientes y no solo como unas víctimas sin potencial. Flaubert contribuyó en este movimiento sin apenas darse cuenta, ya que el personaje de Emma construyó un símbolo feminista que inspiró a autoras como Woolf para de nuevo dar voz a la conciencia femenina tantos siglos silenciada. De esta forma, la soledad es plasmada como reflejo de la emancipación femenina. No es representada como algo peyorativo, sino que establece una equivalencia con el hecho de dejar atrás todo lo que el hombre espera de la mujer, para pasar a construir una individualidad. Esta independencia se ve expuesta sobre todo en el propio inicio de la novela de Woolf:
“La señora Dalloway dijo que compraría ella misma las flores.” Woolf 1925.
Es preciso destacar por tanto el fuerte simbolismo que aporta el entorno al relato, moldeando la mentalidad de los personajes respecto al mundo o sobre sí mismos. Londres es un verdadero contraste de conciencia para los personajes de Woolf. Lo observamos en múltiples encuentros fortuitos por la vía urbana, que son descritos por Clarissa como parte de su ser. Además, también existen otros símbolos como las rosas (el paso del tiempo, deteriorarse poco a poco) y los automóviles y aviones (el paso de una conciencia a otra) que son utilizados por Woolf para expresar la importancia en los pequeños detalles. En Madame Bovary se sustituye Londres por París o Roma como un símbolo de la vida soñada por Emma y observamos un simbolismo más centrado en describir sentimientos como la pasión o el encierro a través de elementos cotidianos. Vemos de nuevo la influencia de Flaubert en Woolf para poner en el punto de mira el valor oculto que tiene la cotidianidad. Finalmente, se encuentra el tiempo como uno de los aspectos estilísticos más importantes de los libros. Las novelas en un primer instante narran los acontecimientos diarios de estas dos mujeres, haciendo un recorrido por los eventos cotidianos de ambas. Pero a medida que el relato va avanzando, el tiempo va retrocediendo de alguna manera hasta llegar a establecer una analepsis a través de ruidos, olores etc.
Como recapitulación, podemos concluir que ambas obras comprenden una expresión del desasosiego que sufre la mente atormentada por el pasado, o una línea temporal lejos del presente, que persigue a los protagonistas y finalmente les envuelve en una cárcel mental que acaba por vencerlos. Es además una llamada a la independencia y libertad sexual femeninas y la escapada de una celda de pladur, construyendo a su vez un gran paso para la concienciación sobre la salud mental. Por todo ello, y a pesar de pertenecer a movimientos distintos, gracias a Flaubert y su querida Emma, la literatura dio un paso más allá, inspirando a autoras como Woolf y contribuyendo en la creación de una cadena generacional de escritoras que abogan por situar a la mujer y sus cuestiones en un espacio literario de importancia equivalente a la del hombre.
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