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Nosferatu, de Robert Eggers

Actualizado: 28 dic 2024

Robert Eggers vuelve a evocar al cine clásico de Murnau con su adaptación de Nosferatu

Lily-Rose Deep en Nosferatu (2024)
Lily-Rose Deep en Nosferatu (2024)

El director de películas que ya son consideradas clásicos del terror moderno como El faro (2019) o La bruja (2015), buscaba consagrarse como un referente del género en el panorama del cine contemporáneo. Y decidió de paso que esta consagración vendría con el doble peso de encargarse también de adaptar uno de los mayores clásicos de la historia del cine como es el Nosferatu de Friedrich Wilhelm Murnau de 1922. De primeras hay que reconocerle una valentía ya poco usual para llevar a cabo un proyecto tan ambicioso: lo primero por lo alargada que es la sombra del legado de los directores que han llevado al conde Orlok a la gran pantalla (referentes del cine como el ya mencionado Muranu o Werner Herzog) y lo segunda por la forma en que lo ha hecho.


Todos conocemos la historia del conde Drácula (verdadero origen de Nosferatu para evitar pagar por los derechos de autor), el misterioso castillo y su aterradora silueta que avanza por las sombras. Conseguir hacer terror con una historia que ya está tan esparcida por el imaginario colectivo debe ser muy pero que muy complicado, y hacerlo de una manera fiel a la obra original, cuando se hacía un cine tan sumamente distinto (era cine mudo, imaginaos), algo solo apto para genios. Y a Eggers se le presupone esa genialidad.


Pero, ¿de dónde vienen las influencias de Eggers para esta película? Ayer, un día después del estreno en España, Lily-Rose Deep y Robert Eggers comentaron esto en una entrevista con Mia Lee Vecino en Letterbox. Una de los principales directores de referencia tanto para la actriz como para el director ha sido el polaco Andrzej Żuławski:"Cuando Lily leyó el guion por primera vez, inmediatamente mencionó Posesión . Esa fue una de las cosas que me hizo pensar que era la indicada para el papel", luego añadió “Me encanta Żuławski: Posesión (1981) , El diablo (1972) y La tercera parte de noche (1971) fueron influencias en esta película”. Otra de las grandes inspiraciones la encontramos en el sueco Ingmar Bergman, sobre todo, en su película Gritos y susurros de 1972. Pese a todos estos grandes nombres, junto con las películas de Murnau y Herzog, reconoce el director, que la mayor fuente de inspiración para este su Nosferatu está en Los inocentes (1961) de Jack Clayton, una de las obras de mayor calado en cuanto al género de terror psicológico de la historia del cine.

Robert Eggers durante la grabación de Nosferatu
Robert Eggers durante la grabación de Nosferatu

Lo subjetivo, la deformación de lo real, el exceso del deseo, lo sublime y lo terrible son las bases de las que parte Eggers para hacer un Nosferatu incluso más expresionista que el original, y ya es decir. La cinta es estilísticamente perfecta de inicio a fin, se aleja del Drácula más romántico (el de Francis Ford Coppola del 92) para volver a la esencia de lo gótico yendo uno o dos pasos más allá. Si bien es cierto que dura casi una hora más que nuestras dos referencias (la de Murnau y la de Herzog), Eggers tiene la capacidad de alargar la cinta y aún así quedarse corto. Creo que el mayor acierto de la película, y que por ejemplo lo representa mejor que el de Herzog, es la creación de esa pulsión narrativa que existe entre la protagonista y el vampiro, entre la donna angelicata y la bestia. Esa bilis negra de melancolía podemos ver como recorre constantemente el cuerpo de la protagonista y esa bestia que desea poseerla. Entre ambos se genera una atmósfera que oscila entre lo sexual y lo maldito que culmina con un éxtasis expresionista que une el amor y la muerte; entregarse al pecado y morir por amor.


Es precisamente esta perfección estética lo que potencia la película, pero también su piedra de toque. A veces, estas imágenes tan abrumadoramente bellas son más potentes que la propia trama, una trama que se centra en crear un personaje redondo y con muchas capas como es el de la protagonista, Ellen Hutter (interpretada por Lily-Rose Deep), que hace un papel increíble entregándose a los excesos dramáticos y confirmándose como más que digna sucesora de Isabelle Adjani, pero que a su vez desahucia al resto de personajes. Estos son, seguramente, la mayor flaqueza de la película: un Thomas Hutter (interpretado por Nicholas Hoult) que pasa de ser un niño acobardado tras las faldas de su madre a ser un valiente cazador de vampiros que no se cree ni él mismo, un Friedrich Harding (interpretado por Aaron Taylor-Johnson) que aún me sigo preguntando qué hace ahí y un Willem Dafoe que pasa por pantalla sin pena ni gloria.

Lily-Rose Deep y Emma Corrin
Lily-Rose Deep y Emma Corrin

La película se podría definir perfectamente como la pesadilla expresionista de Robert Eggers que juega constantemente con el delirio (lo subjetivo) y lo real. Como siempre en sus películas, no busca dar miedo, sino retratarlo. Crear atmósferas irrespirables y ambientes densos que imbuyen al espectador en el horror. Esto lo vuelve a conseguir, y el sello de calidad de Eggers es ya indiscutible. Este Nosferatu es una gran película, pero que a mí, personalmente, no me ha acabado de convencer por el tratamiento de los personajes secundarios, por los acelerones y desaceleraciones que se dan en la velocidad de la película y por la caracterización del conde Orlok que me parece que tiene más de cliché (parece un malo ruso de película americana de los setenta) que de aterrador.


Lejos de todo esto, sigo en el barco de Robert Eggers y su manera de ver el cine como un arte, de volver a la esencia de lo clásico, de buscar abrumar más que asustar. El suyo es un cine valiente, y eso en los tiempos que corren es algo que aplaudir. Definitivamente, se ha consagrado como uno de los mejores directores de cine de terror de nuestro tiempo

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